Normal que en la terraza del Hotel Mencey tropieces con caras conocidas. El caso es que, a lo mío, sin reparar en la concurrencia, abrí el ordenador portátil y me dispuse a finalizar una tarea pendiente. A los pocos minutos la inconfundible voz de Juan Cruz asomó próxima. Levanté la mirada y el veterano periodista, sentado en una mesa cercana, grababa un mensaje de audio en el Wasap de su teléfono móvil. Al finalizar llamé su atención, me acerqué y tras un afectuoso saludo me senté junto a él. Al colega portuense le gusta hablar y escribir de la profesión, así que, sin dificultad, nuestro querido periodismo tomó protagonismo. Salieron a colación periodistas de antes (Alfonso García-Ramos, Ernesto Salcedo, Víctor Zurita…) y de ahora. Compartimos recuerdos y también, sin dificultad, comentamos el enfrentamiento que el exsecretario general de Podemos, Pablo Iglesias, mantiene con Antonio García Ferreras (director de La Sexta) a propósito de la filtración de unos nuevos audios del excomisario José Manuel Villarejo. Saco sin fondo.
Juan y este que junta letras no vamos con el lirio. Somos perros viejos (uno más que otro) y, a estas alturas, no nos rasgamos las vestiduras ante los intereses que siempre han existido entre el poder político y los medios de comunicación. Lo malo es cuando los trapos sucios se airean en la esfera pública y contribuyen a un mayor desprestigio del ejercicio periodístico. Otro capítulo más de un desencanto. La macroencuesta anual que Cision realiza a más de tres mil periodistas de todo el Mundo refleja una desconfianza creciente a los medios durante 2022, cuatro puntos porcentuales más respecto a quienes dijeron lo mismo el año pasado.
Tiempos grises y plomizos que generan, por ejemplo, que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España lamente que detrás de esta polémica se puedan encontrar intereses espurios contra la libertad de prensa y del derecho a la información, “desprestigiando por ello a todo el colectivo de periodistas que demuestran a diario un auténtico compromiso social, imprescindible para la democracia”. Por su parte, el Colegio de Periodistas de Cataluña y el Consejo de la Información de Cataluña han ido más lejos al denunciar “las complicidades de una minoría de medios y periodistas con las alcantarillas del Estado”.
Estas reacciones evidencian que perro sí come perro, aunque luego, a título personal, tenga sus consecuencias. Que se lo digan a Arcadi Espada, despedido de Onda Cero (al igual que La Sexta y otros medios, propiedad del Grupo Planeta) después de escribir un artículo en El Mundo sobre García Ferreras titulado Un burdo rumor. O aquí al lado al periodista y profesor del Grado de Periodismo de la Universidad de La Laguna Samuel Toledano que dejó de colaborar recientemente con Radio Club Tenerife (Cadena SER) después de que no emitiesen su comentario semanal por criticar al periódico El País (al igual que la SER y otros medios, propiedad del Grupo Prisa). Luego, Toledano difundió el texto proscrito en su cuenta de Twitter…
Lo que escribo es de dominio público. No descubro nada bajo el Sol, astro que, pese a los nubarrones, tiene tiempo para iluminar luminarias noveles. Lo vemos en Nayra Bajo de Vera, subdirectora del diario digital Periodismo ULL, galardonada hace algunas semanas con una mención especial en la XXIV Edición de los Premios Tiflos de Periodismo de la ONCE por el reportaje Envejecer en soledad, una lacra que afecta a 60 000 personas en Canarias. El Jurado reconoció que el trabajo publicado “representa un aliciente para el futuro de la profesión periodística” al estar firmado por una estudiante universitaria. Qué bonita la vida.
Antes de despedirnos Juan Cruz me invitó a leer su última novela: Mil doscientos pasos. La compraré.