Un wasap de buena tinta informa del fallecimiento de Olga Álvarez, profesora de la antigua Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, hoy de Ciencias Sociales y de la Comunicación. La también periodista, escritora y editora (creó y dirigió Tauro Ediciones) formó parte del cuerpo docente que en el Aulario de Medicina comenzó a impartir en 1988 la carrera de Ciencias de la Información (segundo ciclo) junto a Ricardo Acirón, José Manuel de Pablos, Manuel Fernández Areal, Fernando de Iturrate, José Manuel de Paz, Javier Galán y Mercedes Menéndez. Casualmente, la primera clase la dio Olga Álvarez el 21 de noviembre. Al año siguiente, la enseñanza se trasladó a un ala del Seminario diocesano junto a la Comisión de Doctorado de la ULL y el Instituto Universitario de Empresa. Estas dependencias acogieron a la Facultad hasta que el 20 de diciembre de 1995 se estrenó la Pirámide en el Campus de Guajara con la entrega de diplomas a la quinta promoción, siendo decano Adrián Alemán. En este edificio singular con goteras, proyectado por los arquitectos Manuel García Gómez y Julián Valladares, se oferta en la actualidad el Grado de Periodismo, cuya primera promoción se graduó el 30 de junio de 2012 bajo el decanato de Carmen Rodríguez Wangüemert.
Los primeros estudios se remontan a la Sección de Periodismo de la ULL (1963-1975), adscrita a la Escuela Oficial de Madrid. Impartían docencia en el semisótano del Edificio Central (la Nevera) profesorado de varias facultades, sobre todo de las de Derecho y Filosofía y Letras, y periodistas como Luis Álvarez Cruz (padre de Olga), Alfonso García-Ramos o Ernesto Salcedo.
En 1975, con el cierre de la Escuela Oficial de Periodismo y sus secciones en favor del título universitario tras reconocerlo la Ley de Educación de 1970, la ULL, acogotada por problemas económicos, no asumió la licenciatura.
Escribimos del magisterio del periodismo, ciencia social que aborda eso de contarle a la gente lo que le pasa a la gente. Lo dijo Eugenio Scalfari, fundador del periódico La Repubblica. Se trata de analizar en negro sobre blanco o gris plomo (el color académico) una profesión que es reflejo de miserias y grandezas, que mira corrientemente al igual que Edward Hopper en sus lienzos o Coppola en secuencias paralelas o Almodóvar en seductores valores de plano. O sea, depende del cristal.
En esta agitada mediamorfosis la apreciación cabal del birrete es necesaria. Toca remar en el ensimismamiento de la digitalización que apasiona, emboba y enfanga, en la necrópolis que da alas a manos infames encantadas con la debilidad del comercio informativo. El río está más revuelto que nunca y la canallesca es cada vez más canalla. Harta de conocerse solo busca salvar el culo. En la calle hace frío y Fausto vende su alma al Diablo. Tiempo para la deontología, el laboratorio, la gimnasia y la innovación. Y las alianzas, como la que ultiman la Radio Televisión Canaria y la ULL en una cátedra institucional y de empresa. El afán de servicio (voluntad en desuso) aúna objetivos y sinergias. Colaboración estable sin sepulturas ni milagros. El viejo quiosco, la televisión en el salón y el transistor son lápidas de cementerio. Nadie llora ya en el panteón familiar entre flores de colores. Larga vida a la incineración, al TikTok, a la televisión zeta y al pódcast.
Con la marcha de Olga Álvarez aquel periodismo de almidón en las camisas muere un poco más. Las revoluciones del vinilo son tipos en su tinta, acordes románticos en canciones de olvido. En el recuerdo, también, Ricardo Acirón, Adrián Alemán y Margarita Antón.
Lo mejor está por llegar.
Leave comment
Form Note