El problema no es la desinformación, que también, sino el rebaño acostumbrado a consumir a destajo lo que le echen sin educar al estómago. Los malos hábitos favorecen que se trague cualquier cosa y provoque, lógicamente, una mala digestión. En este ecosistema revuelto el campo digital no tiene vallas. Vale todo o casi todo. La ignorancia creciente de la población poralizada es aliada. Ja, ja, ja… El algoritmo marca la pauta. La información se vende al peso. Cuantos más clics, mejor. Lo tiene claro Google Discover, el agregador de noticias más seguido en el Mundo (lo consumen 800 millones de personas) y que hoy funciona como la portada de un diario personalizado: la máquina, atenta al feedback, envía lo que le interesa a cada cual. El listado de titulares es una vomitera incesante. Da igual si son veraces o no. Prima el sensacionalismo. El clickbait o ciberanzuelo manipula para que se devore contenido basura. Luego, una vez se ha caído en la trampa, se genera viralidad y, en consecuencia, ingresos publicitarios. En esta tarta no hay escrúpulos.
En la rica miel también lengüetean periodistas, cadenas y medios de comunicación de reconocido prestigio que barajan con cartas marcadas. No se juega limpio. Se sabe. Pero, sepulcros blanqueados, suben al púlpito y claman contra la desinformación. ¿Qué autoridad moral tiene, por ejemplo, Mediaset para hablar de decencia informativa cuando su cadena ha sido (y sigue siendo) el estercolero mayor del reino? El maldito share, o sea, el porcentaje de audiencia, manda sin importar el número de víctimas. ¿Qué autoridad moral tienen las opiniones salientes de periódicos de postín subvencionados por partidos políticos para criticar a Iker Jiménez? Al divulgador de lo esotérico y demás monsergas ya lo conocíamos. ¿Por qué se rasgan las vestiduras con el desbarre del parking de Bonaire o con la dramatización del colaborador embarrado? ¿Antes lo tomaban en serio y ahora no? ¿Antes era una estrella fidedigna que vendía mierda envuelta en celofán y ahora es una estrella caída que vende la misma mierda? La hoguera de la corrupta y farisaica inquisición continúa más viva que nunca.
Consciente de la metedura de pata, a Iker Jiménez no le quedó otra que pedir disculpas, apuntando en la plataforma social X que se creía Robin Hood “y no lo soy». Al director de los programas Cuarto Milenio y Horizonte le ha venido bien el variscazo, lo malo es que en cuanto amaine el temporal, en el bosque de Sherwood continuarán las mismas mañas espurias al cuidado de cualquier sheriff de Nottingham.
Y topamos con La Vanguardia, cabecera insignia del Grupo Godó. Acaba de anunciar, siguiendo los pasos de su colega británico The Guardian, que abandona X, propiedad del magnate Elon Musk. La Vanguardia argumenta que esta red se ha convertido en una caja de resonancia de teorías conspirativas y de desinformación. Y tiene razón, aunque no descubre nada novedoso. Ya lo sabíamos. Hace tiempo que las aguas de X son turbulentas. Suponemos que la decisión se debe más bien a un golpe de efecto. Tras la victoria electoral de Trump mola posicionarse contra la desinformación. La prensa libre e impoluta tiene que desmarcarse del déspota presidente estadounidense y afines. El grupo de comunicación más subvencionado por la Generalitat a lo largo de la historia debe ser modelo de rectitud y no contribuir a la ponzoña informativa. Eso sí, mantendrá el seguimiento de personas, entidades, empresas e instituciones para poder informar de mensajes y debates que puedan producirse.
Que The Guardian, La Vanguardia y otros medios hayan decidido desligarse de X no alterará lo más mínimo al nuevo responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental del Gobierno de Estados Unidos junto al excandidato presidencial republicano Vivek Ramaswamy. Esta refriega, en la actualidad, no le perturba. No perderá un segundo en salir al paso de salvapatrias con piel de cordero. Oh, my God!