Ilustración: María Luisa Hodgson

Batucada, chácara y caracola sonarán mañana domingo, 18 de mayo, en la Capital tinerfeña y en Gran Canaria, Lanzarote, La Palma, Fuerteventura, El Hierro, Valencia, Madrid, Barcelona, Granada y Berlín. También flamearán banderas. No es la primera vez. Ni será la última. Viva la libertad. Viva el derecho a manifestarse y a vocear sandeces o justas reivindicaciones. Luego, el gobierno de turno, tras arrinconar a las voces disidentes y pastorear por wasap al rebaño político, velará por el bien común.

La plataforma Canarias tiene un límite saldrá de nuevo a la calle con el objetivo de protestar contra el modelo turístico del Archipiélago. El lema Canarias dice basta recoge el sentir de un “pueblo cansado de ser ignorado y maltratado”. La consigna pone sobre el tapete que estamos ante el “inicio de una nueva etapa de lucha: más firme, más directa, más incómoda para quienes se niegan a escucharnos y tomar medidas reales». ¡Uff! Agota la cantinela del sentir del pueblo. Te la compro, no obstante, con vaso vino en el guachinche de medianía (oye mano). Otro cantar es abordar un análisis riguroso. ¿Qué pueblo ignorado y maltratado sacamos a colación? ¿El que levanta viviendas ilegales en suelo rústico? ¿El que convive con farolas oxidadas en planes parciales oxidados? ¿El que improvisa vertederos en solares, barranquillos y chuletadas? ¿El que colapsa autopistas y carreteras con un parque móvil abonado a crecer sin ton ni son? ¿El que vierte excrementos al volcán y al mar? ¿El que calla ante la inclusión de La Graciosa en el paraíso canario? ¿Dónde queda la autocrítica patria?

Nadie cuestiona que las Islas tienen un límite y de que hay que tomar medidas reales. Definir la capacidad de carga no es baladí. Pero el crecimiento sostenible no pasa por demonizar, una vez más, al sector turístico, que aporta cerca de veinte mil millones de euros al PIB y genera alrededor de cuatrocientos mil puestos de trabajo. La escasez de camas hospitalarias y viviendas sociales, o la deficiente administración del ciclo integral del agua, son problemas derivados de una gestión ineficaz en nuestras instituciones. Si es así, ¿por qué solo se pone el foco en el modelo turístico?

Gritos, hartazgo… Y nuevas playas cerradas al baño por bacterias fecales. Sintomático. Nos movemos a golpe de revolturas intestinales. Hace poco más de un año sonó el bucio en la costa pelada de lapas y burgados. Doce meses después más de lo mismo, salvo las pretensiones de ecotasa y tiques en el Teide. ¿Panacea? No. Mientras, la clase empresarial, preocupada ante el clima antiturista. Lógico. Y los turoperadores, también. Las ventas de verano previstas en Tenerife marcan un ocho por ciento menos, mientras que los destinos competidores del Mediterráneo y norte de África están en positivo. ¿Buena noticia? Seguramente no. O sí.

Alguien dijo que discutir con el hígado es como dirigirse a un animal muerto. Y está pasando. Demasiadas cerrazones y cuadraturas de círculo lastran un debate que merece sosegarse por el bien del territorio insular, doliente en su limitación y fragilidad.

Hay muchos frentes abiertos y uno de ellos es plantear una Ley de Residencia que frene el aumento poblacional en la Eterna Primavera. El presidente autonómico, Miguel Clavijo, afirmó hace un mes en la XXIX Conferencia de las Regiones Ultraperiféricas, celebrada en la isla de Reunión, que iniciará una “ofensiva política y jurídica” ante el Estado y la UE para negociar límites a la compra de vivienda por parte de personas que no residan en Canarias. A su juicio, “el crecimiento demográfico del Archipiélago y su condición de región ultraperiférica abren la posibilidad de aplicar excepciones a la normativa europea”.

La sostenibilidad en las Afortunadas merece consenso y tan perjudicial es la inacción como el activismo irracional que corta cabezas y no mide consecuencias.

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