Ilustración: María Luisa Hodgson

Es de chiste y no debería admitirse que el consejero de Sanidad del Ejecutivo canario, Blas Trujillo, solo le dedicase tres minutos a la reunión que este jueves se celebró en el Teatro Leal de La Laguna entre Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife y los 31 ayuntamientos tinerfeños para abordar la situación de la pandemia en la Isla, la mayor del Archipiélago y de la Macaronesia. Y también la más poblada. Pese a esta realidad, solo dos personas nacidas en Tenerife (Julio Pérez y José Antonio Valbuena) están al frente de una consejería (de un total de diez), en el Gobierno que preside el aruquense Ángel Víctor Torres. Hace tiempo que Tenerife dormita. Ya cabeceaba en tiempos de Coalición Canaria, pero es que ahora la situación de falta de liderazgo se traduce en agravios obscenos.

La plataforma Musement publicaba hace unas semanas que Tenerife es la isla favorita en todo el territorio español y en cinco países europeos para irse de vacaciones. Solo Santorini, en el mar Egeo, está por encima del Teide entre un total de doscientos destinos insulares del Viejo Continente. Otro dato incontestable que pone en tela de juicio decisiones que no se corresponden con el protagonismo e importancia que tiene Nivaria en el contexto turístico nacional e internacional gracias a sus tesoros naturales y oferta de ocio, en donde el Siam Park y Loro Parque son enseña. Tenerife, además, es referente en hoteles de lujo y en un sector de restauración que marca senda, por ejemplo, con cinco estrellas Michelin, y en un nutrido grupo de restaurantes, cafeterías, guanchinches (marca reconocida), bares y demás locales que dan vida. No la quitan.

Con esta carta de presentación, que merece los máximos cuidados y atenciones públicas (incluso por encima de La Graciosa), no se explica que la hostelería de Tenerife, que representa el 52 % del total canario, vuelva a pagar los platos rotos. Las nuevas restricciones, que le afectarán negativamente durante diez días a causa de la Pandemia, supondrán un duro golpe económico a centenares de empresas cansadas de ser las malas de la película. Ante la apatía política (parece que solo respinga el alcalde capitalino, José Manuel Bermúdez), Ramón Fariña, franquiciado de McDonald’s en Tenerife, ha dado un golpe sobre la mesa. La asociación de restauración y ocio que preside (AERO), que aglutina a 650 profesionales, ha presentado ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias un recurso en el que reclama que se adopten medidas cautelares para eliminar la restricción del cierre de bares y restaurantes. Fariña no entiende porqué se les ha vuelto a señalar cuando los contagios no se producen en la hostelería, sino en las concentraciones callejeras y en el ámbito familiar. Y tiene razón. Por la cuenta que le trae, si hay un sector comprometido con las medidas de prevención sanitaria es el suyo. El cierre no se entiende, es injusto e incongruente a todas luces. ¿Entonces? ¿Busca el Ejecutivo autonómico un chivo expiatorio? ¿Por qué sigue sin abrirse el pabellón Santiago Martín como centro de vacunación masiva? ¿Se reparten, considerando el número de habitantes, menos vacunas en Tenerife? ¿Si la restauración y el ocio no son el problema, a qué viene este decretazo? El empresario Toño Armas (El gusto por el vino) es explícito y por wasap ha lanzado una máxima que no deja lugar a dudas. “No acabamos con el virus, acabamos con la hostelería”.

Uno, que no es tabernario pero aprecia, en ocasiones, vaso vino, yintónic y lo que venga, echa de menos la existencia en Tenerife de una figura como la que representa Isabel Díaz Ayuso en Madrid; una personalidad descarada que, sin pelos en la lengua, sin complejos partidistas y sin fatuos populismos, defienda con pasión y firmeza los intereses de la ciudadanía a la que sirve. Y no se trata de encender el Pleito insular. O sí.

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