Ilustración: María Luisa Hodgson

Oriol Bohígas estuvo en Santa Cruz de Tenerife en junio de 2000. Entonces, al Colegio de Arquitectos se le escuchaba. Luego, administró mal, muy mal, la crisis que desarboló a la profesión y perdió el protagonismo social que tenía en la Isla. Las torres altas también caen. Mala cabeza, miedo, decisiones equivocadas, desidia… provocaron que la Entidad colegial entrase en un agujero negro del que todavía, a duras penas, intenta salir. En momentos de dificultades, de acción, de cambios es esencial gestionar con eficacia el conocimiento. Se trata, dijo Bohígas semanas antes del solsticio de verano, de decidir cómo tenemos que operar para ser eficaces. “Lo más urgente es lo posible”, afirmó.

El arquitecto falleció este pasado martes en su querida Barcelona a los 95 años de edad. Siempre valoró la importancia de las personas en el quehacer urbanístico (lógico), relación vital que estrechó en la universidad al frente de la cátedra de Composición Arquitectónica. Su maestría fue esencial para recuperar el horizonte del Mediterráneo y la montaña de Montjuic en una trama urbana perfectamente comunicada. La nueva Barcelona de las Olimpiadas de 1992 (que hoy languidece mirándose el ombligo) despegó con él.

La Capital tinerfeña, que emprende el proyecto de la Zona de Charcos de Valleseco, mira hacia el sur con Santa Cruz Verde 2030 y diseña la revitalización de su oferta cultural y de ocio, precisa, ahora más que nunca, aunar fuerzas, remar en el mismo sentido.

Hace una semana invitaba en esta página a que las personas críticas con el Museo Rodin de Santa Cruz se reuniesen en el rincón de pensar. Ahora, tras conversaciones que aportan y suman, traslado el rincón de pensar a la plaza pública para que se genere un debate necesario ajeno a banderías políticas. Estaría bien que la mesa la liderase el Colegio de Arquitectos, el mismo que hace algo más de un mes entregaba el premio Manuel de Oraá y Arcocha a las mejores realizaciones arquitectónicas entre 2018 y 2020 en Tenerife, La Gomera y El Hierro.

Lástima de galardón. ¿Por qué ha perdido su carácter autonómico?¿Por qué Tenerife ha dado un paso atrás ante Gran Canaria, La Palma, Fuerteventura y Lanzarote? ¿Por qué el prestigioso Manuel de Oráa, con cerca de cuarenta años de historia, paga el pato de la división colegial en las Islas? ¿Por qué se mezclan churras con merinas? ¿Por qué Tenerife, una vez más, apocada, pierde liderazgo? El Manuel de Oraá era referencia para la arquitectura canaria y así tendría que seguir siendo. Por otra parte, no se entiende que en este tiempo de reinvenciones la categoría de Arquitectura Emergente quedase desierta por una interpretación de las bases y ocho equipos con sangre joven perdiesen la oportunidad de exhibir sus propuestas. Decepcionante. Consuela, no obstante, que el Colegio se haya comprometido a solventar esta cuestión para la próxima edición. Pero convendría que no se quedase solo en eso. Como he apuntado, el Oraá debe recobrar el crédito que le corresponde. Y el Colegio, que preside Argeo Semán, también.

Bohígas fue quien clausuró, junto a la Lady de Chirino, el ciclo de conferencias Barcelona, ciudad y respuestas después de dos meses en donde un buen número de especialistas reflexionaron sobre urbanismo, paisajismo, construcción… Aquella actividad fue un éxito e inspira para que veintidós años más tarde sea nuestra urbe atlántica la que se someta a una radiografía con el objetivo de definir la impronta que quiere y requiere. La conmemoración en 2023 de los cincuenta años de la I Exposición de Esculturas en la Calle es un hito que merece considerar planteamientos y decisiones entre Ayuntamiento, Cabildo y otras entidades comprometidas con el bienestar y desarrollo de la Ciudad.

Santa Cruz de Tenerife necesita respuestas. Y necesita, de nuevo, al Colegio de Arquitectos.

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