Ilustración: María Luisa Hodgson

El ferri rápido de Fred. Olsen zarpa a las diez horas con destino a Agaete. Como alma que lleva el diablo intentamos llegar a tiempo, pero no. La empleada de la ventanilla, circunspecta, no da su brazo a torcer aunque la rampa de popa está operativa. Suplico, pero tampoco. La susodicha tiene órdenes. Contención. Se trata de no perder los nervios. Trono en silencio y el plan b (Naviera Armas), asoma a varios metros en el embrollado territorio portuario. Andamos esperanzados en una próxima partida. Vano empeño. Descartada la vía marítima, Binter se erige en última esperanza y Rudi Núñez, el elegido para las oraciones. Pertinentes. Ipso facto, llamada al servicio telefónico de la Compañía para comprar un billete, gestión que se consume con la operadora de turno que carga en cuenta 15,80 euros para el vuelo de las trece horas. El de las 11.00, el querido, está repleto. Taxi al canto y a Los Rodeos, sudoroso, para cambiar el pasaje y entrar en la lista de espera de las once. El traslado rodado por la maldita TF-5 supone un euro más que volar a Gando. ¡Manda huevos! Encima, en el control de seguridad del Aeropuerto notan cierto estado de ansiedad y, aleatoriamente, cae cacheo y revisión del equipaje de mano. La elección fortuita no se encaja con júbilo y tras algunos comentarios sarcásticos, la joven de seguridad esboza una sonrisa y guiña el ojo. No obstante, al contrario que la diputada Marta Escudero que llama “imbécil” al rebenque de Rufián por idéntica seña cómplice, devolvemos la sutil mueca y continuamos camino, temperado, hacia el ilusionado embarque. En estas, Paulino Rivero surge. Y por eso de pegar la hebra, le informamos del trajine. El expresidente desea suerte en la desdicha y tras la despedida con afecto, reparamos en sus molones vaqueros vintage. También hacen cola, entre otros viajantes, el director de teatro Carlos Belda, varios agentes gallardos de la Policía Autonómica y una cuadrilla del Banco Santander. Ellas, con un look casual, y ellos, trajeados. A los banquistas se les pilla enseguida. En general, no me fío del colectivo, como tampoco, en general, lo hacen Cristina Valido, José Manuel Bermúdez y Carlos Alonso. Calientes están con la entidad financiera de Ana Botín a raíz del desahucio de las familias de las Viviendas de Protección Oficial de Añaza. Para estarlo. Y mosqueados andan en la oposición del Ayuntamiento capitalino con el empecinamiento de Dámaso Arteaga en adjudicar a Valoriza el servicio de recogida de residuos pese a que incumple los criterios de calidad exigidos. Repito: pese a que incumple los criterios de calidad exigidos. ¡Me lo explique!

Con cara de cordero degollado esperamos la hora de autos y el nombre propio que no se manifiesta: fulanito, menganita, zutanita… Vuelo cerrado. A llorar al valle y dos faros (Canaryfly y Air Europa) asoman en el horizonte. Al final, la segunda línea aérea endereza la mañana: salida hacia Gran Canaria a las 12.10 y tarifa más económica que Binter. Consuelo.

Por fortuna y persistencia, la panza de burro cubre a tiempo la reunión prevista y, providencia, el empresario Pablo Pestano acompaña el tránsito, suscitador de futuros negocios.

El regreso vespertino se emprende (sin rencor) a bordo de Fred. Olsen, ocasión propicia para saludar, desde el barco, a la cordillera de Anaga y al litoral de la capital tinerfeña con las casas sinuosas y naves carboneras de Valleseco y un poco más acá, al barrio de La Alegría que se pierde monte arriba frente a espacios residenciales. Santa Cruz escalona también en Ifara, La Ninfa, Las Mimosas, Las Acacias y La Colina. Y frena la brisa del mar en la muralla edificada sobre la Avenida, que oculta, celosa, la cuesta hacia La Laguna. Al sur, en Cabo Llanos, encallado el ordenamiento que redactara Zaera Polo, las torres gemelas de Julián Valladares dan sombra a los vicios ocultos del Auditorio de Calatrava. Luego, la mirada se detiene en los laureles de indias e intuyo en el delta de La Rambla a los creadores colgados de Jaume Plensa, testigos y mirones de los Ejecutados y ejecutores de Corberó y del bronceo del Guerrero de Goslar, impávido ante las eróticas curvas cálidas de la Lady de Chirino. Es la mirada lenta a la Ciudad, desde el océano, que reconoce a sus arquitectos, hoy adormilados en un abatimiento lastimoso. Por eso, ahora que Argeo Semán, presidente de la Entidad colegial, recupera, con nuevos aires, el Premio de Arquitectura Manuel de Oraá y Arcocha, hay que aprovechar el ánimo, dar un golpe en la mesa y levantar la voz. ¡Falta hace! Posicionarse y reconquistar es obra prioritaria. Y, también, distinguir a los galardonados: José Ángel Domínguez Anadón y Francisco Artengo, Fernando Martín Menis, Juan Antonio González Pérez (Chencho), Urbano Yanes y Constanze Sixt, Eustaquio Martínez (Taqui), Antonio Corona y Arsenio Pérez Amaral (Cheni), Herzog & de Meuron, María Nieves Febles y Agustín Cabrera, Javier Pérez-Alcalde y Fernando Aguarta, Ramiro Cuende y Santiago Gutiérrez (Chago), Alejandro Beautell (pichón emergente) y Virgilio Gutiérrez, claro. Aquella roca rota aún requiere miradas, trazos y compromiso.

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